ACTO DE CONTRICIÓN
¡Dulcísimo Corazón de Jesús, que en este Divino Sacramento estáis vivo e inflamado de amor por nosotros! Aquí nos tenéis en vuestra presencia, pidiéndoos perdón de nuestras culpas e implorando vuestra misericordia. Nos pesa oh buen Jesús de haberos ofendido, por ser Vos tan bueno que no merecéis tal ingratitud. Concedednos luz y gracia para meditar vuestras virtudes y formar según ellas nuestro pobre corazón. Amén.
Oración introductoria
Corazón amantisimo de Jesús digno de todo amor y de toda mi adoración; movido por el deseo de reparar y de lavar las ofensas graves y numerosas hechas contra ti, y para evitar que yo mismo me manche de la culpa ingrato, te ofrezco y te consagro enteramente mi corazón, mis afectos, mi trabajo y todo mi ser.
Por cuanto son pobres mis méritos, ¡oh Jesús!, te ofrezco mis oraciones, mis actos de penitencia, de humildad, de obediencia y de las demás virtudes que practicaré hoy y durante mi vida entera hasta el último suspiro.
Propongo hacer todo por tu gloria, por tu amor y para consolar a tu Corazón. Te suplico aceptes mi humilde ofrecimiento por las manos purísimas de tu Madre y Madre mía Maria.
Dispón de mí y de mis cosas,Señor,según el beneplácito de tu Corazón. Amén.
P. León Dehón
Día 2.- FUENTE DE SALVACIÓN
En cada página del evangelio, el Corazón de Jesús habla de la fe. Por la fe Jesús cura las almas, sana los cuerpos y resucita a los muertos. Cada uno de los milagros es el fruto de la fe; cada palabra suya es una incitación a la fe
La fe es necesaria como el pan que comes, como el aire que respiras. Con la fe eres todo; sin la fe no eres nada. Con frecuencia nuestra fe es lánguida como una llama a punto de extinguirse. Cuando en los campos, en las casas, en las oficinas, en las tiendas, se mofan de tu fe ¿sientes el coraje de defenderla sin sonrojarte, sin respeto humano? Cuando las pasiones te asaltan ferozmente ¿Te acuerdas que con un acto de fe resultas invencible porque Dios combate por ti y contigo?
REFLEXIONEMOS:
El abismo de nuestras miserias es muy grande; pero el de la misericordia de Dios es infinito, como el mismo Dios. El amor y ternura de su Corazón le mueve a perdonar toda falta, todo pecado por grande que sea.
Si espera con tanta bondad y misericordia, no le ofendamos dudando de su perdón... Él olvida nuestras faltas, no recuerda nuestras ingratitudes y sólo quiere, en retorno, nuestro amor.
Anímate, alma pusilánime, y arrójate en los brazos de ese Corazón Divino con todas tus faltas, pecados e ingratitudes... Solo quiere en retorno tu amor.
JESÚS TE HABLA:
Mi Corazón es infinitamente santo y perfecto, pero como también es infinitamente sabio, conoce la fragilidad y miseria humanas y esto me mueve a tener con los pobres pecadores, con las pobres almas una misericordia infinita... Yo no me canso de las almas, por miserables que sean, mi Corazón está siempre esperando que vengan a refugiarse en Él.
Mi Corazón emplea con más largueza su ternura y comprensión con los pecadores que con los justos.
TU ALMA RESPONDE A JESÚS:
Corazón de mi Amado Jesús:
Enséñanos, a nosotros pecadores, que la misericordia de tu Corazón es inagotable.
Enseña a las almas frías e indiferentes que tu Corazón de fuego desea abrasarlas.
Enseña a las almas buenas y piadosas que eres el camino para avanzar en la perfección.
Enseña a las almas consagradas que den su amor y no duden del tuyo.
Que en todas encuentres: almas que reparen; corazones que amen; víctimas que se inmolen.
PRÁCTICA PARA ESTE DÍA:
Un acto intenso de fe y abandono en la misericordia del Corazón de Jesús, que todo lo perdona. Hablar hoy a alguien de la misericordia de ese Corazón Divino.
EL SAGRADO CORAZÓN, MODELO DE HUMILDAD
I Mira, alma mía, la profundísima humildad del Corazón de Jesús. Siendo Jesucristo Dios, y como tal potentísimo y excelso, no le bastó hacerse Niño en las entrañas de una mujer, y nacer luego en una cueva de animales, y trabajar más tarde en un taller, y morir, finalmente, como reo miserable en una cruz. Aun después de su existencia mortal vive glorioso en el cielo, es verdad, "pero en la tierra vive humillado y abatido.
Contémplale en este Sacramento. Ha escogido para vivir entre nosotros las apariencias más modestas. Déjase encerrar como prisionero en el fondo de nuestros pobres tabernáculos, en nuestras iglesias mil veces desiertas y abandonadas. ¡Ah mi buen Jesús! Cómo sois Vos el mismo hoy que cuando nacíais en Belén, trabajabais en Nazaret, recorríais a pie los campos y aldeas de Judea, y moríais entre injurias y desprecios en el Calvario! No habéis mudado la condición llana y sencilla; no habéis dejado vuestras humildes maneras, a fin de que se acercasen a Vos sin temor los pobres y pequeñuelos, y aprendiesen en Vos sencillez y humildad los vanos y orgullosos.
¡Oh! ¡humildísimo Jesús! ¡Enseñadme a mí, altivo y presuntuoso que soy, esta santa virtud de la humildad!
Medítese unos minutos.
II Me avergüenzo y me espanto ¡oh Jesús mío! cuando doy una mirada a mi pobre corazón. Es todo al revés del vuestro, tan sencillo y tan humilde. Está lleno de vanidad, presunción, necio orgullo, insaciable amor propio. Busca siempre el aplauso y la alabanza, sobresalir y brillar, obscurecer a los demás, hacerse superior a todos.
¡Ah! No son éstas las lecciones de vuestro humildísimo Corazón. Vos me queréis humilde para con Dios, para con mis prójimos y para conmigo mismo. Para con Dios, reconociéndome siervo y discípulo suyo, acatando sin murmurar todas sus disposiciones, sujetándome sin réplica a su dulce Providencia, agradeciendo como cosa suya todo lo que de bueno haya en mí.
Para con mis prójimos, portándome como si fuese el menor de todos ellos, sufriéndolos con caridad, tratándolos con dulzura, perdonando sus injurias, huyendo sus aplausos y alabanzas.
Paro conmigo mismo, teniéndome por lo que soy, criatura miserable, indigna del polvo que piso, del cielo que contemplo y del aire que respiro, reconociéndome infeliz pecador que sólo por la divina compasión no ardo ya en los infiernos.
¡Corazón de Jesús humilde! Dadme ese espíritu de perfecta humildad, para que consiga sentarme un día en el trono que reserváis a vuestro lado a los humildes como Vos.
Medítese, y pídase la gracia particular.
ORACIÓN Y ACTO DE CONSAGRACIÓN
Rendido a vuestros pies, oh Jesús mío, considerando las inefables muestras de amor que me habéis dado y las sublimes lecciones que me enseña de continuo vuestro adorabilísimo Corazón, os pido humildemente la gracia de conoceros, amaros y serviros como fiel discípulo vuestro, para hacerme digno de las mercedes y bendiciones que generoso concedéis a los que de veras os conocen, aman y sirven.
¡Mirad que soy muy pobre, dulcísimo Jesús, y necesito de Vos, como el mendigo de la limosna que el rico le ha de dar! Mirad que soy muy rudo, oh soberano Maestro, y necesito de vuestras divinas enseñanzas, para luz y guía de mi ignorancia! ¡Mirad que soy muy débil, oh poderosísimo amparo de los flacos y caigo a cada paso, y necesito apoyarme en Vos para no desfallecer! Sedlo todo para mí, Sagrado Corazón: socorro de mi miseria, lumbre de mis ojos, báculo de mis pasos, remedio de mis males, auxilio en toda necesidad. De Vos lo espera todo mi pobre corazón. Vos lo alentasteis y convidáisteis cuando con tan tiernos acentos, dijisteis repetidas veces en vuestro Evangelio: Venid a Mí,... Aprended de Mí... Pedid, llamad... A las puertas de vuestro Corazón vengo pues hoy, y llamo, y pido, y espero. Del mío os hago, oh Señor, firme, :formal y decidida entrega. Tomadlo Vos, y dadme en cambio lo que sabéis me ha de hacer bueno en la tierra y dichoso en la eternidad. Amén.
Aquí se rezará tres veces el Padre Nuestro, Ave Maria y Gloria, en recuerdo de las tres insignias, cruz, corona y herida de la lanza, con que se apareció el Sagrado Corazón a Santa Margarita María Alacoque.