Día 25 - Corazón de Jesús-Fuente de todo consuelo





Oración introductoria de cada día

Corazón amantisimo de Jesús digno de todo amor y de toda mi adoración; movido por el deseo de reparar y de lavar las ofensas graves y numerosas hechas contra ti, y para evitar que yo mismo me manche de la culpa ingrato, te ofrezco y te consagro enteramente mi corazón, mis afectos, mi trabajo y todo mi ser.

Por cuanto son pobres mis méritos, ¡oh Jesús!, te ofrezco mis oraciones, mis actos de penitencia, de humildad, de obediencia y de las demás virtudes que practicaré hoy y durante mi vida entera hasta el último suspiro.

Propongo hacer todo por tu gloria, por tu amor y para consolar a tu Corazón. Te suplico aceptes mi humilde ofrecimiento por las manos purísimas de tu Madre y Madre mía Maria.

Dispón de mí y de mis cosas,Señor,según el beneplácito de tu Corazón. Amén.

P. León Dehón



25. -LA PRESENCIA DE DIOS
Escucha las exhortaciones de Jesús: "Cuando hagáis limosna recordad que el Padre ve en lo escondido; que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha. Cuando reces, entra en la habitación y cierra la puerta pues el Padre ve en lo secreto. Cuando ayunes, tu ayuno no se manifestará a los hombres, pero tu Padre celestial ve todo a tu alrededor ...dentro de ti. También las mínimas cosas escondidas a los hombres no se esconden de su divina mirada. Nadie puede penetrar en los secretos de tu corazón. Dios, sí. Cuando crees que estás solo hay siempre un ojo que ve tus acciones, un oído que siente tus palabras, una mano que escribe tus pensamientos. ¡Dios te ve!


PIDAMOS AL SAGRADO CORAZÓN, POR LOS POBRES AGONIZANTES

Más de ochenta mil almas, según cálculo aproximado, pasan cada día de este mundo a la eternidad. De consiguiente, más de ochenta mil personas están a todas horas en dolorosa agonía. Y ¿qué es la agonía? Son los últimos instantes concedidos a aquélla alma antes de presentarse al tremendo tribunal: Son las últimas luchas entre la gracia de Dios y la sugestión del diablo, en aquel corazón que ambos se disputan toda la vida. Son momentos preciosos, de los cuales, así puede salir una eternidad feliz, como una eternidad desventurada. Al paso que se le van acabando al cuerpo sus fuerzas; mientras va faltándole al pecho la respiración, a los ojos la luz, a los miembros el calor y el movimiento, va acercándose el alma a aquélla región pavorosa de la cual no se puede volver atrás.

Esto es agonizar, esto es morir. ¡Y más de ochenta mil hermanos nuestros están cada día, ahora mismo, en este preciso instante, en trance tan angustioso! Roguemos por ellos hoy y cada día al Sagrado Corazón de Jesús!

¡Oh Corazón Divino, que agonizaste en el Huerto y en el Calvario! sed luz y consuelo de estos hermanos nuestros en su dolorosa agonía. Mirad bondadoso a estas almas privadas de todo humano consuelo, y que pendientes entre el cielo que desean y el infierno que temen, colocadas entre el tiempo que les huye y la eternidad que se les viene encima, no tienen ya a quien volverse más que a Vos.

¡Corazón agonizante de nuestro divi no Salvador! Sed Vos el bálsamo Cordial para esos hermanos nuestros en su angustiosísima situación!

Medítese unos minutos.

II

Un día seremos nosotros los que nos hallaremos en agonía. Los que varias veces hemos presenciado con horror en tantos otros, por nosotros pasará y en nosotros lo verán entristecidos nuestros amigos. El color pálido, la respiración difícil, la vista fija o extraviada, el entendimiento anublado, la voz anudada a la garganta, dirán que llegó el fin para nosotros, la hora de abandonar este mundo, al que hemos entregado, quizás con demasía, nuestro pobre corazón.

¡Oh adorable Corazón de Jesús! Cuando me falte todo, y todo me huya, y todo me desampare no me dejaréis Vos. ¡Oh dulce Amigo mío! De Vos espero la gota mejor de cordial que ha de fortalecer mi espíritu acongojado y calmar su agitación y zozobra; de Vos aguardo, por medio de los Santos Sacramentos, el último abrazo de paz y reconciliación.

Pero entretanto, ochenta mil hermanos míos se hallan cada día en estas angustias, y os ruego los socorráis. Mientras como, descanso, trabajo, rezo o me divierto, ochenta mil almas se hallan pendientes en su eterna suerte de este último combate decisivo. ¡Oh amado Corazón de Jesús! Por aquellas tres amarguísimas horas que en el lecho de la cruz os vieron cielos y tierra agonizante y moribundo, socorred en tales apreturas a los hijos de vuestro Corazón

Medítese, y pídase la gracia particular.



ORACIÓN Y ACTO DE CONSAGRACIÓN
Rendido a vuestros pies, oh Jesús mío, considerando las inefables muestras de amor que me habéis dado y las sublimes lecciones que me enseña de continuo vuestro adorabilísimo Corazón, os pido humildemente la gracia de conoceros, amaros y serviros como fiel discípulo vuestro, para hacerme digno de las mercedes y bendiciones que generoso concedéis a los que de veras os conocen, aman y sirven.

¡Mirad que soy muy pobre, dulcísimo Jesús, y necesito de Vos, como el mendigo de la limosna que el rico le ha de dar! Mirad que soy muy rudo, oh soberano Maestro, y necesito de vuestras divinas enseñanzas, para luz y guía de mi ignorancia! ¡Mirad que soy muy débil, oh poderosísimo amparo de los flacos y caigo a cada paso, y necesito apoyarme en Vos para no desfallecer! Sedlo todo para mí, Sagrado Corazón: socorro de mi miseria, lumbre de mis ojos, báculo de mis pasos, remedio de mis males, auxilio en toda necesidad. De Vos lo espera todo mi pobre corazón. Vos lo alentásteis y convidáisteis cuando con tan tiernos acentos, dijisteis repetidas veces en vuestro Evangelio: Venid a Mí,... Aprended de Mí... Pedid, llamad... A las puertas de vuestro Corazón vengo pues hoy, y llamo, y pido, y espero. Del mío os hago, oh Señor, firme, formal y decidida entrega. Tomadlo Vos, y dadme en cambio lo que sabéis me ha de hacer bueno en la tierra y dichoso en la eternidad. Amén.

Aquí se rezará tres veces el Padre Nuestro, Ave Maria y Gloria, en recuerdo de las tres insignias, cruz, corona y herida de la lanza, con que se apareció el Sagrado Corazón a Santa Margarita María Alacoque.