Oración introductoria de cada día
Corazón amantisimo de Jesús digno de todo amor y de toda mi adoración; movido por el deseo de reparar y de lavar las ofensas graves y numerosas hechas contra ti, y para evitar que yo mismo me manche de la culpa ingrato, te ofrezco y te consagro enteramente mi corazón, mis afectos, mi trabajo y todo mi ser.
Por cuanto son pobres mis méritos, ¡oh Jesús!, te ofrezco mis oraciones, mis actos de penitencia, de humildad, de obediencia y de las demás virtudes que practicaré hoy y durante mi vida entera hasta el último suspiro.
Propongo hacer todo por tu gloria, por tu amor y para consolar a tu Corazón. Te suplico aceptes mi humilde ofrecimiento por las manos purísimas de tu Madre y Madre mía Maria.
Dispón de mí y de mis cosas,Señor,según el beneplácito de tu Corazón. Amén.
P. León Dehón
27. -EL PREMIO FINAL
¡Qué premio tan hermoso te ha reservado el Sagrado Corazón!
Es el momento en que el solo pensamiento hace estremecerse: el momento de la muerte. Ante este pensamiento, el hombre tiembla, se agita; sin embargo, debe afrontarlo con amor y con la esperanza puesta en la misericordia de Dios.
Jesús te sonríe y quiere asegurarte la muerte santa, la muerte del justo. Entre las promesas que hizo a Santa Margarita María quiere recordar este punto: "Mi corazón será para todos mis devotos el seguro asilo en vida y espe cialmente en el momento de la muerte".
Si quieres, pues, afrontar la muerte con la calma del justo, trata de creer en Jesús, de vivir en Jesús. Entonces será cuando Él te dirá estas dulces palabras: "Hoy estarás conmigo en el paraíso".
I
¿Podríamos dejar olvidada esta súplica entre las muchas que acabamos de dirigir estos días al Sacratísimo Corazón de nuestro muy amado Jesús? ¿Podríamos dejar de interesarnos vivamente en su presencia, para que cada día sea más y más ardiente en nosotros y en todo el mundo esta devoción? Haciéndolo secundaremos las miradas amorosas del Salvador al manifestarse en esta forma a los hombres; con esto ejerceremos en favor de ellos y por su eterna salvación el más fecundo apostolado. Ved cómo se afanan los mundanos por propagar sus ideas; ved cómo sufren por esa persecución y se exponen a crueles contratiempos. ¿Qué no podríamos hacer nosotros para extender algo más el amor a nuestro buen Jesús? ¿Qué hemos hecho hasta hoy? ¿Qué nos proponemos hacer en adelante? ¿Qué trabajos pensamos emprender en nuestra población, entre nuestros amigos o familias o por lo menos en nosotros mismos? ¿No nos espanta considerar el reproche que puede dirigirnos un día el Salvador, cuando nos muestre la cruz, espinas y heridas de su amoroso Corazón, y nos diga: "Mira lo que hice Yo por ti. ¿Qué has hecho tú por Mí?"
¡Oh bondadosísimo Jesús! Bien quisiera yo extender por todo el mundo, y hacer conocer a todos los hombres las riquezas de vuestro Corazón; pero ya que mis fuerzas son pocas para tan vasto apostolado, os suplico, Jesús mío, seáis Vos quien a todos se dé a conocer para que crezca cada día el número de los que os aman y sirven. Sea yo uno de ellos, soberano Rey de las almas; hacedme discípulo fiel, amigo fervoroso de vuestro Sagrado Corazón.
Medítese unos minutos.
II
Grandes mercedes puede prometerse del Sagrado Corazón el que de veras se dedique a propagar entre sus hermanos y a aumentar en sí mismo esta su devoción. Oigamos las palabras del Salvador a Santa Margarita en sus revelaciones: A los que "trabajaren, dice, en extender el culto de mi Sagrado Corazón, les daré abundantemente las gracias necesarias a su estado, pondré paz en sus familias, les consolaré en sus penas, seré su amparo en vida y en muerte, bendeciré sus empresas cristianas. A los Religiosos qie trabajen en la conversión de los pecadores, les daré fuerzas con que ablandar y mover los corazones más endurecidos. Las casas en que se halle expuesta mi imagen, serán llenas de mis bendiciones. Los que se dediquen a dar a conocer mi culto, tendrán su nombre escrito en mi corazón, y jamás se borrará de él".
¡Oh Sagrado Corrazón! ¡Oh Corazón Divino, a quien solícitos hemos acudido a festejar cada día de este devoto mes! cúmplanse en nosotros, amigos vuestros, estas tan consoladoras promesas! Aquí nos tenéis para renovaros e1 propósito de eterna fidelidad y constancia en vuestro servicio, y en el apostolado de vuestro Corazón. Reinad en nosotros y en nuestras casas y poblaciones; presidid todos nuestros proyectos, animad todos nuestros pensamientos, que se dirijan todos a uno solo: el de promover sin descanso vuestra gloria.
¡Oh dulce Jesús! ¡Dichoso quien así viva en Vos, y en Vos muera! Sea este vuestro Corazón nuestro tesoro en vida para que lo sea asimismo en toda la eternidad, donde juntos os alabemos, gocemos y poseamos para siempre. Amén.
Medítese, y pídase la gracia particular.
Rendido a vuestros pies, oh Jesús mío, considerando las inefables muestras de amor que me habéis dado y las sublimes lecciones que me enseña de continuo vuestro adorabilísimo Corazón, os pido humildemente la gracia de conoceros, amaros y serviros como fiel discípulo vuestro, para hacerme digno de las mercedes y bendiciones que generoso concedéis a los que de veras os conocen, aman y sirven.
¡Mirad que soy muy pobre, dulcísimo Jesús, y necesito de Vos, como el mendigo de la limosna que el rico le ha de dar! Mirad que soy muy rudo, oh soberano Maestro, y necesito de vuestras divinas enseñanzas, para luz y guía de mi ignorancia! ¡Mirad que soy muy débil, oh poderosísimo amparo de los flacos y caigo a cada paso, y necesito apoyarme en Vos para no desfallecer! Sedlo todo para mí, Sagrado Corazón: socorro de mi miseria, lumbre de mis ojos, báculo de mis pasos, remedio de mis males, auxilio en toda necesidad. De Vos lo espera todo mi pobre corazón. Vos lo alentásteis y convidáisteis cuando con tan tiernos acentos, dijisteis repetidas veces en vuestro Evangelio: Venid a Mí,... Aprended de Mí... Pedid, llamad... A las puertas de vuestro Corazón vengo pues hoy, y llamo, y pido, y espero. Del mío os hago, oh Señor, firme, :formal y decidida entrega. Tomadlo Vos, y dadme en cambio lo que sabéis me ha de hacer bueno en la tierra y dichoso en la eternidad. Amén.
Aquí se rezará tres veces el Padre Nuestro, Ave Maria y Gloria, en recuerdo de las tres insignias, cruz, corona y herida de la lanza, con que se apareció el Sagrado Corazón a Santa Margarita María Alacoque.